Esta es la historia de seis hermanas, en un mundo protegido por el poder de los cantos. Pero una de esas hermanas quiere convertirlo en ruinas. Y no descansará hasta que las demás estén muertas.
Ambas hemos sido rechazadas por el mundo, las dos sentimos la misma amenaza. Y sin embargo, aquí estamos: al final de nuestro destino, es matarnos una a la otra.
Hace mucho tiempo, en una época de guerras continuas, cinco diosas descendieron sobre la Tierra. Las diosas cantan y cantan, hasta que finalmente, el mundo alcanza la paz. A partir de este día en adelante, adorábamos las diosas del canto como nuestras nuevas guías. Se lo debemos a sus poderes que los árboles crecían tan altos. Nuestras tierras fueron bañados en luz y se desbordaban con abundante vegetación...
¡No entiendes nada! ¡Estás destruyendo la paz que logramos! ¡Estás matando a tu propia estirpe y sangre! Y entonces... te crees... ¡¿crees que podrás salvar al mundo?!
La tierra de los muertos, un mundo en que los vivos no osan adentrarse. Pues de hacerlo han de estar dispuesto ha enfrentarse al caos.
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La muerte… Así debió ser. Pero me fue negada. Ahora deambulo por estos lares, arrastrando una vida carente de sentido.
Vanille… Combatimos juntas hace ya un tiempo. Nos revelamos contra los designios de dioses empeñados en jugar con el destino de los humanos. Y al final de aquella batalla, ella se sacrificó. Se transformó en un gran pilar de cristal que se alzó desde las llanuras de Paals para sostener en vilo el Nido y salvar a sus habitantes.
Hope Estheim, junto a él una vez, hace mucho, luchamos codo con codo unidos por el mismo destino. No era más que un crío, maltratado por la suerte, asustado y lleno de rabia. Pero nos hicimos amigos… y él fue creciendo. Estaba llamado a ser el gran líder de la humanidad. Quien nos guiaría hacia un futuro prometedor. Pero nada salio como se esperaba. Muchas cosas cambiaron mientras yo dormía. Al despertarme, Hope al que había visto crecer volvía a ser un crío. Estaba aquí, solo, a los mandos del arca. Y me contó los planes del altísimo que tenía para nosotros… y para el mundo.
En el pasado cometí un terrible pecado. Fue hace mucho tiempo; un pecado que no puedo cambiar. Libraba una lucha sin fin. Pensé que lo que hacía salvaría al mundo… y necesitaba ayuda. Por eso acudí a Serah. Mi única familia, mi hermana pequeña… La envié a su muerte. Sabía que nunca podría perdonarme algo así, pero rogué con toda mi alma poder enmendarlo algún día. Soñando con el día en que nos volveríamos a reunir, me sumí en un letargo tan oscuro como la muerte. Pasaron siglos. Una eternidad tras otra. Y entonces… Un día, la luz me inundo. No tuve ninguna duda. Era el altísimo quien me hablaba. Omnipotente y omnisciente. Regidor del mundo y los cielos. Bhunivelze. La Luz, tan cálida que incluso templo mi piel, era su voz. Él me revelo mi misión. Habría de ser su sierva. Y si cumplía con su empresa haría de mi recompensa un milagro. Me dijo que ella volvería a la vida. Mi hermana. Serah. Al fin podría recuperarla. Así fue como el Altísimo me encomendó rescatar almas perdidas y guiarlas hacia un nuevo mundo. Así me convertí en el Redentor.
¿Pero qué…? ¿Quién eres? ¿Y qué haces aquí? Un humano no podría estar jugando en mitad del caos como si nada.
Los siglos han cambiado a todos. A Snow y a mí también. En el pasado nos enfrentamos al destino. Ahora él es el anfitrión del suntuoso festín que precede al fin de los días. Y yo soy el Redentor. Una sierva del Altísimo enviada a un mundo minado por el caos. Dime Snow… ¿Pasa algún día sin que pienses en Serah? La chica que tanto amabas. Mi hermana. ¿Cuánto hace ya que nos dejo? A ella le debemos nuestra alianza y nuestra amistad. No puedo devolvértela. Pero si salvar tu alma y poner fin a este amargo tormento. Esa será mi primera obra como Redentor.
Nadie conseguirá detenerme. ¿Te enteras? Ni tú, ni mucho menos esa cría. ¡Me da igual tener que enfrentarme al Redentor!