Shaun: ¿A qué huele aquí?. Desmond: Perdón, es mi ropa. Shaun: ¡Ni que hubieras nadado en mierda! Desmond: ¡Fue idea de Lucy!.
Los cuerpos de mi familia, no puedo dejar que permanezcan colgados en el cadalzo... tengo que brindarles los últimos ritos... Enviarlos al siguiente mundo…
- Sofía: ¿Lamentas tu decisión, de vivir tanto tiempo como asesino? - Ezio: No recuerdo haber tomado esa decisión, esta vida, me eligió.
Vieri: ¿Cómo se te ocurre marcharte de Florencia sin despedirte? Ezio: ¿Qué quieres, Vieri? Vieri: Tantas cosas... un palacio más grande, una novia más guapa, corceles nuevos... ¡Ah! ¡Sí! Y tu vida.
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¡Amigos míos! ¿Saben qué es lo que nos reune aquí hoy? El honor. Vieri de' Pazzi injuria el nombre de mi familia y nos juzga con base en sus propias miserias.
- Altair: Tuviste fuego en tus manos anciano, debimos haberlo destruido. - Al Mualin: ¿Destruir lo único capaz de poner fin a las cruzadas? ¡Jamás! - Altair: Perdóname por esto mentor, pero el Fruto te había corrompido y a través de ti nos habría corrompido a nosotros, para que viviéramos tenías que morir.
Destruiste nuestros planes: en primer lugar, el tesoro, luego nuestros hombres. El control de Tierra Santa se escapó, pero luego vio una oportunidad, para reclamar lo robado, para tornar tus victorias a nuestro favor.
- Altair: He visto que le pasa a aquellos que se aprovechan del sufrimiento de otros. - Majd Addin: Oh, ¿y qué es? - Altair: Déjame enseñártelo.
- Al Mualim: Tengo aquí una lista. Nueve nombres escritos, nueve hombres que tienen que morir. Son distribuidores de plagas, creadores de guerra... Su poder e influencia corrompen la tierra, haciendo que las cruzadas no terminen. Búscalos, mátalos... En hacer eso, sembrarás las semillas de la paz, para las regiones, y para ti. En esta manera, tendrías que redimirte. - Altair: Nueve vidas a cambio de la mía... - Al Mualim: Una oferta muy generosa, creo. ¿Tienes alguna pregunta? - Altair: Sólo por dónde empezar.
Algunos días extraño a mi familia... o por lo menos el pensamiento de ellos. Yo nunca conocí a mis padres y, a pesar de que los dos vivieron entre estas paredes. Eran nuestras reglas. Tal vez estaban tristes, a pesar de que no manifestaron ningún signo de amor — que no estaba permitido. Por mi parte, gran parte de mi juventud la pasé entrenando, hubo poco tiempo para reflexionar sobre la separación. Y así, cuando finalmente los perdí, no parecía diferente al paso de dos extraños. Al Mualim había sido como mi padre, y su amor fue un amor débil y deshonesto, aunque en un momento parecía suficiente — mejor, incluso. O eso creía yo.
Cuando era joven, fui lo suficientemente estúpido como para creer que nuestro credo pondría fin a estos conflictos. Si hubiese tenido la humildad suficiente para admitirlo, he visto suficiente por una vida, he cumplido con mi parte. De nuevo, no hay gloria mayor que luchar para encontrar la verdad