No quiero que mueras, quiero que superes la muerte de algún modo. Una vez que cuelgue, no confíes en mi. He perdido la cuenta del número de veces que te he conocido y te he perdido... pero... pero te sigo amando.
No quiero verte llorar, no quiero verte triste o verte sufrir. Siempre quiero verte sonreír y hacerte sonreír. Así que, por eso, no importa que me odies. Eso es lo que decidí, aunque duela. La verdad es que quiero seguirte más que a nadie... Pero no puedo.
Cada vez que viajaba a un mundo nuevo y te encontraba, era un extraño para ti. Lo único que podía hacer era mirarte de lejos. Tu rostro sonriente, tu alegre voz... A pesar de que eras para otra persona, siempre y cuando eras feliz... Pero la verdad es, que te extrañé. Así que para ser capaz de encontrarme contigo en este mundo. Y aunque fuera sólo por un breve tiempo, el poder pasar tiempo contigo... Era feliz. Siempre y cuando tú puedas sobrevivir hasta hoy...
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Pensé que nunca podría enamorarme más y me había dado por vencido. Hasta que te conocí. Es cierto que en principio, tomé interés en ti porque mis ojos no te afectan. Pero ahora es diferente. Siempre estoy pensando en cómo puedo mostrarte mis verdaderos sentimientos, pero me parece que no puedo encontrar las palabras... Es probable que ni siquiera creas eso. - No. Me equivoqué contigo, Ikki-san. - Por supuesto que lo estabas. Así es como siempre he actuado. Pero que sepas esto al menos. Quiero que estés siempre a mi lado, te amo. Mira, una estrella fugaz.... Me gustaría que te enamores de mi. Que no te enfades porque egoístamente te besé. Que puedas dejarme volverlo a hacer... Podría ser que pida demasiado.
Quien me enseñó que rendirse ante la desgracia y abandono era igual que huir fuiste tú. Por eso, no me voy a rendir nunca más... Contigo tampoco.
Soy como un acosador. Lo siento. (...) Siempre ha habido algo pesado en mi corazón, haciéndome sufrir. Pero cuando escucho tu voz o veo tu rostro, algo empieza a ablandarse... Me siento tranquilo.
¿Qué? ¿Estás coquteanco conmigo? ¿O compadeciéndome? Detente. Pensaré que me estás perdonando. No tengo el derecho a tocarte, o a decirte como me siento, o de soñar con la felicidad nunca más.
A pesar de saber que esto era en vano, quería verte. Quería que sonrieras por mí una vez más. Y por tal deseo egoista... te maté.