Ya lo sabía. El fantasma de mi madre era una sombra que yo mismo creé. Una razón para huir. Mi debilidad. Mamá ya no está ahí. Mamá... está en mi interior.
Además. Arima no se olvidó de nosotros. Nunca supo quiénes éramos. No ha cambiado nada en dos años. No me gusta.
Estamos conectados. Tal y como los sonidos se une intermitentemente. A través de la música... compartimos algo con alguien a quien conocemos, con alguien a quien no, con gente de todo el mundo.
Es extraño. ¿Será por que pasaron dos años? Es la primera vez que me pasa esto. El corazón me late como si fuera un balancín roto. Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo.
Si no puedes oírlo, ¡imagínatelo! ¡Haz que suene con todo tu cuerpo! ¡Tengo que hacer salir lo que me dejó mamá!
Arima... Al principio tocaba a la perfección, pero... ¿Es por qué no puede oírlo? ¿Será verdad que no oye? Su música está llena de sufrimiento...
El piano eres tú mismo. No responderá por mucho que lo golpees. Estar solo... sin nadie más... Es tu castigo.
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Huele a tiza. Hay una ventana quebrada y sin elegancia. Lejos se oyen las voces de los deportistas. Hay sombras de pétalos de cerezos. Suena la débil respiración de alguien durmiendo. Cambia el paisaje. Esta es la imagen que se forma Arima. Me sumerjo en el mundo de Arima.
Prepárate bien. ¡Esto es un desafío! ¡Vamos a demostrar que se puede tocar aunque no se oiga el sonido!