¿Es angustiante para la persona que espera? ¿O es más angustiante para la persona que hace que el otro espere?
Pero a medida que avanzan los años, te vas apagando. La esperanza y la pasión se te escapan como arena entre los dedos y todo lo que queda ante tus ojos es la vasta oscuridad.
Nunca me he visto como una persona desafortunada. Tampoco es que sea una persona afortunada, desde luego.
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Todos somos así cuando somos jóvenes. Pero conforme envejeces te vas apagando. La esperanza y la pasión se deslizan entre tus dedos como si fuera arena... Y frente a ti solo hay una calle llena de oscuridad. Todos están solos.
Los deseos de una mujer son como los pájaros que surcan el cielo. Un bucle infinito de luz y oscuridad. ¡No tiene fin!
El día que íbamos a Tokyo tuvo lugar la nevada más fuerte de todo el invierno. Aunque el cuerpo se me congelaba bajo el abrigo de franela, mi corazón latía con más calor que nunca hasta el momento.
Pude llenar el vacío en mi corazón rellenando los espacios del papel. Aún así, el dolor que siento es como un puñal en mi corazón, que hace que se retuerza como una herida reciente.
Igual que los planetas que orbitan una estrella buscando su luz, yo también era un planeta. Un planeta que buscaba la inmaculada luz de una estrella. Ni siquiera la luna brilla por sí misma. Brilla con tanta intensidad porque refleja la luz del sol.
De todos modos, un hombre feliz no podría escribir novelas ni obras dramáticas. Escribo mientras saboreo mi infelicidad. Casi como si se derritiera en mi boca.
Por supuesto, solía tener ideas originales que quería poner en papel. Pero a medida que pasa el tiempo en este trabajo, esos pensamientos acaban por esfumarse.