En este trabajo, llegara el momento en que tengas que matar a otras personas, pero ese momento no es ahora, entiéndelo, por favor, seguir siendo un niño no es un pecado.
Aunque la gente suele enaltecer sus emociones, sus corazones son un derivado del metabolismos del alma, son una ilusión, no me pongan grilletes basados en una ilusión, no tienen el derecho de impedirme que arrebate las vidas que quiera.
La consideración puede llevarte a una idiotez superior a la imprudencia, te convierte en alguien tan idiota como a los que llamas idiotas.
Ser un hechicero es un asco, hay que estar preparado para ofrecer tu vida y obligar a tus compañeros a hacer lo mismo.
Toda la gente muere, es algo inevitable, pero quería que murieran con dignidad, así solía pensar, por eso siempre busque la forma de no jalar del gatillo, pero tras jalar del gatillo, ya no entiendo nada ¿que es una muerte digna?
Sigo sin entender que es una muerte digna, por eso, hasta entenderlo, hasta matarlo, no volveré a perder.
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Los hechiceros pueden ser extraordinariamente compasivos, siempre bajan la guardia cuando un aliado es herido.
Sin darme cuenta he comenzado a tramar, engañar, matar y sentirme realizado gracias a ello, ha de ser nuestro instinto, como el de los humanos es comer, dormir, destruir, puede que nos hayamos convertido en seres racionales, pero eso no es motivo para ir en contra de nuestros instintos.
Seguramente lo ocurrido aquí no tendrá sentido hasta dentro de cientos de años después de mi muerte. Seguramente yo no sea mas que un engranaje... dentro de algo más grande. Seguiré matando maldiciones hasta que me convierta en nada, ese es mi rol en esta lucha.
Incluso su hubiera un botón que provocara la muerte de todos los humanos que odio, probablemente no podría presionarlo. Pero si hubiera un botón que provocara la muerte de todos los humanos que me odian, lo presionaría sin vacilar.
Con unos buenos ciminetos y una pizca de imaginación, solo se necesita un empujón para hacer que alguien cambie.