Odio a la gente mala, se creen superiores a pesar de no poseer una pizca de empatía o ingenio, tampoco tolero a los bonachones, siempre perdonan a los malos, ven el perdón como un acto de nobleza, me dan ganas de vomitar.
Existe una regla primordial al interactuar con otro: Yo no pienso en matarte, así que no pienses en matarme a mi. Cambien matar por lo que sea, pero hay que trazar líneas que todos acuerden respetar.
No quiero matar a nadie [...] Pienso que una vez que mate a alguien, la opción de "matar" estará presente en mi vida. El valor de la vida se volverá ambiguo... y tengo miedo de no valorar nunca más la vida de las personas que aprecio.
Las emociones humanas son producto del metabolismo del alma, llamar a eso un corazón sería muy mecánico.
Ahora que me absorbiste, los trozos de mi alma comenzaron a despertar ¿no era que querías salvar a todos? Tu mera existencia hará que todos mueran.
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Yo no felicito o hablo mal de la gente. Me conformo con la verdad y juzgo con base en eso. Esa es mi forma de ser.
Recientemente, me las he arreglado para darme cuenta de todo, hasta llegar al punto de odiar... Cuán débil e inútil soy.
Yo... no tenía una razón lógica para salvarte esa vez. Aunque era peligroso, no quería ver morir a una buena persona como tú. Tuve algunas dudas pero... al final hice una opción egoísta guiada por mis emociones. Pero esta bien. No soy un héroe, soy un exorcista.
Yo realmente... no tengo ningún tipo ni nada. Siempre que esa persona tenga una brújula moral que no sea influenciada fácilmente... No deseo nada más.
A todos les gusta jugar con las palabras, al fin y al cabo, los humanos no pueden vivir sin inventar excusas.
Has pasado por varias situaciones de vida o muerte, pero eso no es lo que te convierte en un adulto. Encontrar más cabellos en tu almohada al despertar, ver que descontinuaron tu emparedado favorito... la acumulación de esas pequeñas desesperanzas es lo que nos convierte en adultos.