Desde el principio mi cuerpo ya estaba lleno de espíritus y maldiciones por todos los enemigos y el rencor de mis compañeros que se han acumulado hasta ahora. Así nunca podré ir al paraíso, no cabe duda. Con una o dos maldiciones más en el cuerpo, eso no va a cambiar. Si alguien se muere, no pienso detenerme.
Lo llevaré todo sobre mis hombros y continuaré hacia adelante. Así ellos no se reirán de mí en el infierno.
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