No pienses mal. No dejé caer la espada por ti. Solo lo hice para atrapar al yoma. Si hubiera ido por él, te hubiera matado y hubiese escapado. Entonces solté la espada para atraerlo.
-¿Estás solo? -¿Eh? Uh... Sí. Eres... ¿Eres la que me salvo? -¿Hmm? Oh, eso. No tienes que agradecerme. -Pero... ¿Por qué? Ni siquiera me conoces. ¿Por qué me pagaste por la estancia y la comida? -Sólo quería ayudar. Las Claymores somos nobles de corazón. -¿Huh? -Pero hay algo más... Me empezaste a gustar. Quiero hacerte mío. -¡No eres una Claymore! ¡Las Claymores nunca se llamarían ellas mismas por su nombre! -¿Oh? ¿En serio? No lo sabía. Tendré que recordar eso. -¡Ugh! -Eres muy listo. Pero me seguiste hasta aquí, justo como lo planeé.
-Rubel, eres tú. ¿Tienes el dinero? -Nuevas órdenes. Hay un trabajo en Strah, una villa al oeste de aquí... ¿Cómo estás? -Igual que siempre, buscando y matando monstruos. Es al menos dos días caminando. -Calla. ¿Y?
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No te rindes, ¿verdad? Sin importar cuan lejos vaya o dónde me esconda, te pegas a mí como una sombra. Estoy casada de eso.
Que noble de ti... Arriesgaste tu vida por estos desgraciados aldeanos y peleaste sola otra vez, con un grupo de yomas. Eso debe ser porque cuando recuerdas que eras humana sientes el deseo de ayudar.
Con que quitándote el olor de la sangre. Eso es inútil, no importa cuanto te bañes... Tu cuerpo produce ese aroma.
¡Hey! ¡Espera! ¡Lo siento! Estabas en lo cierto. Tenía miedo. Como cuando mataron a mis padres. Desde hace mucho tiempo tengo miedo, pero pretendo no hacerlo y desde hace tiempo he estado avergonzado. Así que... por éso nunca te olvidaré.