-¿Estás solo?
-¿Eh? Uh... Sí. Eres... ¿Eres la que me salvo?
-¿Hmm? Oh, eso. No tienes que agradecerme.
-Pero... ¿Por qué? Ni siquiera me conoces. ¿Por qué me pagaste por la estancia y la comida?
-Sólo quería ayudar. Las Claymores somos nobles de corazón.
-¿Huh?
-Pero hay algo más... Me empezaste a gustar. Quiero hacerte mío.
-¡No eres una Claymore! ¡Las Claymores nunca se llamarían ellas mismas por su nombre!
-¿Oh? ¿En serio? No lo sabía. Tendré que recordar eso.
-¡Ugh!
-Eres muy listo. Pero me seguiste hasta aquí, justo como lo planeé.
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