Aunque consideres tus palabras carentes de significado, en el momento que llegan a otra persona, se convertirán en texto.
Desde el tiempo desconocido, desde los confines del tiempo, se dirige hacia el origen de toda historia. Pero allí no hay palabras. No hay libros en los que estén escritas. Ni nada que deje constancia de ellas. Tan sólo su rastro desvaneciéndose. Por eso, yo las recopilaré. Los fragmentos de palabras, los fragmentos de libros, los fragmentos de lugares, los fragmentos de recuerdos y los fragmentos de tiempo.
Salpica, salpica una y otra vez. La ola salpica, salpica una y otra vez. Viene y va, va y viene. Cada ciclo es siempre igual. Cada ciclo es siempre diferente. El tiempo salpica, salpica una y otra vez. Dentro de mí, y fuera de mí. El fluir del tiempo es siempre igual. Salpica, salpica una y otra vez. El corazón salpica, salpica una y otra vez.
Nosotras que estamos separadas, nos reconocemos mutuamente negándonos la una a la otra. Esa es la verdad. Es lo que somos. Nuestro cuerpo. El verdadero yo.
Careces de un cuerpo. Al depender de las palabras, las estás convirtiendo en meras cáscaras de un todo. Y al desdibujar el contorno del sujeto, lo niegas.
Lo único que me interesa es su felicidad. Todavía no se ha dado cuenta de ello. Quizás nunca sé de cuenta. Y yo, seguiré estando sola.
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