¡Ah, si tan solo Hendrick no me hubiera ofrecido ese pay de pescado en la taberna del gato negro! Estaba caliente, delicioso, recién salido del horno, no podía ignorar a mi estomago después del turno nocturno. Solo piénselo, nadie sospecharía que un pay estuviera envenenado, ¿verdad? Incluso los grandes maestros somos humanos, ¡A nosotros también nos da hambre!
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