Sin que nadie dijera nada, sin siquiera decir nombres, como si un rompecabezas incompleto se acomodara por sí solo, simplemente al ver esa figura, yo comprendí exactamente a quién me enfrentaba. El segador del CCG. El investigador invencible. Una fría y viva mirada. Ahí, estaba el Dios de la muerte.
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