Es cierto que la justicia e ideales que cargas a tus espaldas salvaron a tu pueblo una vez, pero estoy seguro de que sabes qué ocurrió con aquellos salvados, pero abandonados a su suerte.
Los salvaste, pero nunca los lideraste. Nunca les enseñaste cómo debería ser un rey. Abandonaste a tus hombres cuando se perdieron, para seguir, sola y despreocupada, tus pequeños y mezquinos ideales.

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