Ya no tengo nada. No... No tengo nada más que un deseo. Ese es: aniquilar hasta el último de los Mimics de la faz de la tierra.
La vida siempre desea un mejor hábitat para sí misma. Los humanos despejaron los bosques y cultivaron la Tierra. Nos preguntamos dónde construir nuestras casas y cómo, buscando un hogar cómodo. Tal vez fue el ADN en nuestro interior adaptandose al entorno. De una manera similar, así es cómo toda la vida evoluciona.
La tierra por la que los Mimics pasaran sería reducida a desierto, y el agua a un verde turbio. La suciedad y el agua que comían sería excretada en forma de algo perjudicial para la vida en la Tierra, pero beneficiosa para la vida de un planeta diferente.
No esperaba que las grandes mareas de guerra me cambiaran porque he sido demasiado patético para incluso confesarme. Eso es lo que me digo a mí mismo. Ya no soy un recluta novato corriendo a merced del campo de batalla. Soy una máquina asesina, con sangre corriendo por mis venas en vez de aceite... un veterano experto de incontables campos de batallas.
Una vez que mueras. Me ocuparé de tomar esa batería que está en tu chaqueta. Así que siéntete libre de irte al otro mundo en paz.
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Para poder escapar del bucle, debo entrenar táctica y físicamente para volverme tan fuerte que no pueda morir. Pero después de muchas muertes, todavía en aumento, he despertado.
En mi primer despliegue sobre el campo de batalla, quedé atrapado en un bucle inexplicable. En este bucle, hay ciertas reglas que seguir: Regla 1... Se regresa a la mañana previa al despliegue en el que se muere. Regla 2... En cualquier situación, en cualquier tipo de muerte, se aplica siempre la primera regla. Regla 3... No hay forma de escapar de este ciclo. Regla 4... Los recuerdos serán conservados. Y la regla 5... Los eventos que ocurran no tienen porqué ser los mismos cada vez.
Hay algo que quiero preguntarte. He oído que el té verde después de comer es gratis en Japón... ¿Es verdad?