Juzgué que no habría beneficio alguno al destruir el salón de música. En incontables ocasiones lo he atestiguado en persona. Durante las guerras religiosas, he visto iglesias y templos quemados hasta las cenizas en un intento de destruir la fe de sus devotos, pero esos edificios no están más que objetos y símbolos tangibles de adoración. Su destrucción era simplemente una solución temporal, carente de cualquier efecto permanente. De hecho, la probabilidad de que eso en efecto fortalezca e incite la misericordia de la gente era aún más grande. A más intentos de sofocarlos y oprimirlos más estimulan el fuego en sus corazones. Esa es una naturaleza muy humana, ¿no es así? Actualmente, el S4 y Bravat son percibidos como carismáticas y divinas existencias por el público en general, si los exiliamos a la fuerza, no habrá duda de que se volverá en nuestra contra.

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