Las Islas de las Sombras, dicen que no existen. Unas Islas pobladas por fantasmas y espectros. Cuentos para asustar a los niños, pero yo sé la verdad. He estado allí. En cuanto puse el pie allí, supe al instante que había algo raro en aquel lugar. Me picaba la piel y sentía una intensa náusea en el estómago. No era un lugar para los vivos. Pero también sabía, en lo más profundo de mi ser, sabía que las Islas me daban la bienvenida. Me querían allí. A medida que me que adentraba en ellas, veía la muerte a mi alrededor: árboles, hierba y flores de aspecto fantasmagórico me envolvían con su terrorífico resplandor. Era todo tan tranquilo y tan bello... Pasé mi mano a través de una hoja espectral que volaba en el viento, pero no había viento. Fue entonces cuando comprendí que la muerte era otro mundo y que yo estaba en la puerta del mismo. En ese momento escuché la canción la canción de la araña. Mi compañero empezó a gritar, le di un abrazo, le dije que no tenía nada que temer. Que iba a ir a un lugar mejor.

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