El primero en morir fue el padre Van. Desde eso, mis colegas han sido victimas una tras otra. Y siempre pasa aquí dentro de la catedral. Esto no puede hacerse público. ¡Somos instrumentos de nuestro señor! Si se enteran de que nosotros somos atacados por esos sucios monstruos... ¡La gente perderá la fe!
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