Cuando yo era niño... acudí a algunos servicios católicos. Lo hacía para poder comer.
Hasta entonces, no había conocido a ningún adulto que mereciese la pena. Pero las hermanas me acogieron, dieron de comer y contaban historias. Eran distintas... Para mí, eran como diosas.
Pero un día, apareció un vagabundo que parecía estar cercano a la muerte. Conociendo la gentileza de las hermanas, él se acercó a una de ellas con emoción, y le agarró amablemente una de sus manos. Pero entonces, ella se apartó de él enseguida, y comenzó a gritar y a poner cara de rechazo y asco.
Aquel pobre vagabundo... No podía dejar de llorar mientras se alejaba del lugar.
Hermana, aprendí algo importante de aquella experiencia. Aprendí que las personas que más discriminan a los demás... son precisamente las que intentan hacer ver que son las más tolerantes.
Puede que yo haya matado personas... pero lo que aquella mujer hizo no es tan distinto según mi punto de vista.

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