Los realmente débiles no reconocen su debilidad, se creen fuertes y rugen a una distancia segura.
Cuando descubran la debilidad en otros actúan como si hubieran logrado un gran poder, se vuelven arrogantes, se agrupan y se burlan de los otros como si eso les sirviera para levantarse, pero es un malentendido.
Aunque desprecien a los demás, su realidad, su falta de valor, no cambiará.
¿No es trágico?
Que patéticos son los débiles que no reconocen su propia debilidad.
Por eso empezaré trayendo a esos pobres al escenario de la realidad.
Al obligarlos a afrontar la realidad resultarán lastimados, caerán y reconocerán su fragilidad, y entonces, querrán poder.

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