No hablo con niños ni con monos. Solo son unos niños estúpidos, llenos de orgullo, aunque hayan caído muy bajo ya. ¿O quizás... solo son monos?
"Quizás ya sea muy tarde. Quizás ya están todos muertos. Pero, si no me muevo ahora, no tendré otra oportunidad." An-chan corre, corre entre llamas abrasadoras y remolinos de humo, con esperanzas infundadas. Corre hacia sus camaradas.
Las fracturas y los moretones sanan con el tiempo, pero las heridas en el corazón no se curan tan fácilmente. Una triste jaula infernal donde el cariño y la confianza son tan frágiles... Ese era el mundo interior de una celda.
Si sólo pudiera dejarme en paz, ninguno de los dos saldría herido. ¿Es acaso el destino? Hasta que no acabe con este hombre desquiciado, mis compañeros no sabrán lo que es la felicidad.
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Los ojos de ese japonés... Hace once años esos ojos me hicieron temblar. Una mirada sin miedo, llena de determinación... Esos son los ojos de un "kamikaze".
Somos la escoria de la sociedad, y si no arriesgamos nuestras vidas en cada oportunidad no seremos más que perdedores. Por eso, el valor es nuestra única esperanza.
Eran siete hombres que sobrevivieron durante una época terrible en el fondo del caldero del infierno, en una celda. Lo que los mantuvo en pie fue el valor, las agallas y su unión. Depositaron sus esperanzas en los siete colores del arco iris, y juraron sobrevivir.
Lo único en lo que podían creer era en sí mismos. Era la supervivencia del más fuerte. Perder no era una opción.