Una fila de bancos antiguos, maravillosamente tallados, y con un barniz brillante. Pensé en toda la gente que se había sentado a lo largo de décadas; aquellos traseros parisinos. Los traseros firmes de jóvenes damas, la carne flácida de los viejos... no era una imagen agradable, así que volví a las damas. ¡Guauuuu!

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