El abismo de los lamentos, una grieta sin fondo rodeada por una fortaleza milenaria esculpida en un glaciar. Nadie recuerda quién construyó este lugar, ni con qué propósito, nadie, excepto yo.

Mucho antes que Ashe y Sejuani, mucho antes de que la magia destruyeran los picos quebrados, mucho antes de que el desierto se tragara a Shurima, fue el tiempo de las tres hermanas, éramos tan jóvenes Avarosa, Serilda y yo, Lissandra.

Los vigilantes de hielo vivían por entonces, no sé de dónde vinieron, pero sé que eran poderosos, nos dieron regalos, compartieron su magia, y nos hicieron inmortales, nos llamaron los hijos del hielo, a cambio le dimos todo lo que deseaban, una fortaleza poderosa, un vasto imperio, y nuestra lealtad, un pequeño precio que pagar sin duda. Pero Avarosa no lo veía igual, clamaba libertad como una niña consentida, exigía poder elegir, fue ella quien sembró las semillas de la rebelión y la traición.

Aquí en donde todo ocurrió, en un bando los vigilantes del hielo, en el otro, Avarosa y su orden de hijos del hielo. Muchos hijos del hielo murieron ese día, y al final, los vigilantes resultaron vencidos, Avarosa los lanzó al abismo de los lamentos. Nunca la pude perdonar, ya tuve mi venganza, pero esa es otra historia.

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