Cuando fui declarado un criminal latente, tenía cinco años. Es un recuerdo que quiero olvidar, pero la desgarradora mirada de mis padres sigue grabada en mi mente. Luego de eso, fui confinado a una instalación y así como un reloj, todos los días recibí terapia, asesoramiento y tratamiento farmacológico contra el estrés. Me sentía como un conejillo de indias.
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