Posición, estatus, prestigio, apariencia... e incluso la confianza no son la verdadera naturaleza de la belleza. Aunque tus heridas supuren desagradablemente, aunque te derrumbes ante la injusticia, aunque te obliguen bajar cuando intentas levantarte, para seguir mirando con cariño y anhelo... Esa mirada en los ojos es la verdadera naturaleza de la belleza.
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